A veces las personas tenemos habilidades que se pueden desarrollar sin necesidad de contar con la teoría. Puede suceder así con la música, pero no conocer los conocimientos de la teoría musical, es dejar de lado la riqueza de un lenguaje profundamente complejo. Todos y cada uno de los conocimientos que han sido adquiridos y desarrollados durante cientos de años (¡si no es que miles!), permiten tener un mayor entendimiento de esta disciplina. Esto es vital para que el músico pueda hacer una correcta interpretación de la partitura. ¡No es lo mismo tocar un preludio del barroco a interpretar el Son de la Negra! Cada pieza exige una intención distinta. Cada pieza es única.
La teoría musical es muy importante para que podamos entender lo que se lee, se escucha y se toca. Es como leer o escuchar a alguien recitar un poema. Mientras más conocimiento tengamos del idioma, del autor, del estilo, figuras literarias y la época en la que el poema fue escrito, la comprensión del mismo será mejor. Y quién sabe, quizá hasta podrías escribir tu propio poema conociendo estas herramientas. ¡Lo mismo pasa con la música!
Otro aspecto muy importante de la música es la interpretación, que no ha de ser confundida con la mera ejecución. La interpretación de un músico que ha realizado un correcto análisis de una obra será más rica en colores y emociones que aquella en la que no se ha profundizado. Volviendo al ejemplo del poema, no es lo mismo escuchar al inmortal Manuel Bernal declamando Los Motivos del Lobo a reproducir el texto desde Google Traductor. El músico, en esta declamación, está realizando un proceso simultáneo de lectura, interpretación e intelectualización. Un buen músico sabe qué está ocurriendo en todo momento.
¿Los músicos son más inteligentes?
Se tiene la creencia de que los músicos poseen un mayor desarrollo del cerebro, aumentando su capacidad cognitiva. La razón es que en la música, como ya se mencionó arriba, existen tareas simultáneas a realizar, lo cual es todo un reto para el cerebro.
Un día de oficina para el músico es sentarse a tocar una partitura a primera vista, transformar lo escrito en sonidos, a la par de estar al tanto del ensamble con el que toca: entradas, cortes, stop times, solos, vamps, improvisaciones (dónde y cómo hacerlas, ¡es todo un tema!) etc. Un director de orquesta, por ejemplo, no sólo se encarga de marcar el compás y qué tan fuerte o suave debe ser el volumen a los músicos, sino de anticiparse a las entradas de secciones o solistas durante la obra para que toquen en el momento adecuado, así como sugerir correcciones en la interpretación o técnica de los instrumentistas. Los músicos requieren una gran capacidad de concentración.
Es sólo a través de la teoría, que se puede aprender (y aprehender) de la manera más profunda y satisfactoria lo maravilloso del lenguaje musical.